sábado, 29 de marzo de 2008

Biografía de Jorge Luis Borges "George Loring Frost", autor del minicuento "Un creyente"

Borges nació, a los ocho meses de gestación, en una típica casa porteña de fines del siglo XIX con patio y aljibe, dos elementos que se repetirán como un eco en sus poesías. Su casa natal estaba situada en la calle Tucumán 840, pero su infancia transcurrió un poco más al norte, en la calle Serrano 2135 del barrio de Palermo. La relación de Borges con la literatura comenzó a muy temprana edad. A los cuatro años ya sabía leer y escribir. Debido a que en su casa se hablaba tanto español como inglés, Borges creció como bilingüe.
En 1914 su padre se vio obligado a dejar su profesión, jubilándose de profesor debido a la misma ceguera progresiva hereditaria que décadas más tarde afectaría también a su hijo. Junto con la familia, se dirigió a Europa para realizar un tratamiento oftalmológico especial. Para refugiarse de la Primera Guerra Mundial se establecen en Ginebra (Suiza), donde el joven Borges y su hermana Norah (nacida en 1902) asistirían a la escuela. Estudió francés y cursó el bachillerato en el Lycée Jean Clavin. Durante esa época leyó sobre todo a los prosistas del realismo francés y a los poetas del expresionismo y del simbolismo, especialmente a Rimbaud. A la vez, descubre a Schopenhauer, a Nietzsche, a Thomas Carlyle y a Chesterton. Solo con un diccionario aprendió por sí mismo el alemán y escribió sus primeros versos en francés.
En 1919, gracias al fin de las hostilidades y después del fallecimiento de la abuela materna, la familia Borges marchó a España, estableciéndose inicialmente en Barcelona y luego en Palma de Mallorca. En esta última ciudad escribió dos libros que no publicó: Los ritmos rojos, poemas de elogio a la Revolución Rusa, y Los naipes del tahúr, un libro de cuentos. En Madrid y en Sevilla participó del movimiento literario ultraísta, que luego encabezaría en Argentina y que infuiría poderosamente en su primera obra lírica. Colaboró con poemas y en la crítica literaria en las revistas Ultra, Grecia, Cervantes, Hélices y Cosmópolis.
Conoció a Concepción Guerrero, una joven Publicar entradade dieciséis años de quien se enamora. En 1922 visitó a Leopoldo Lugones junto a Eduardo González Lanuza; lo hace para entregarle el segundo (y último) número de Prisma. En agosto de 1924 fundó la revista ultraista Proa junto a Ricardo Güiraldes, autor de Don Segundo Sombra; Alfredo Brandán Caraffa y Pablo Rojas Paz, aunque paulatinamente abandonará esa estética.

jueves, 27 de marzo de 2008

Textos escritos a partir de la lectura de "El hombre que mira" de Esteban Valentino




Ella estaba sentada frente a la ventana que da al campo florecido de rosas de cobre, cuando de pronto un frío eléctrico le subió por los pies y le produjo una angustia en la boca del estómago.


El pánico la invadió al escuchar un estruendoso ruido en la cocina situada en la planta baja.


El pacífico campo florecido se transformaba en sugerentes y tenebrosas sombras en su mente.


Bajó como una flecha del ventanal a la cocina. Encontró el vidrio de la ventana reducido a pequeñísimos cristales brillantes en el piso.


Corrió a un armario, se encerró y se quedó dormida.


Despertó un par de horas más tarde. Los ruidos habían cesado. Respiró hondo y salió. El vidrio estaba recompuesto y la ventana cerrada.


La casa, antes sucia y desordenada, brillaba por su limpieza y orden.

Nunca lo supo explicar.



Ezequiel Levin y Damián Nechaevsky


"El principio del fin"



Volumen 1



En un futuro inesperado y sombrío, ya que el sol se apagó y los humanos perecieron, los robots creados por aquellos tomaron el contro de los restos decadentes de la sociedad y emergieron como la nueva raza dominante.


Los robots compartían extrañas similitudes con la ya extinta raza humana. Una robot en especial tenía un software que le permitía sentir y experimentaba un interés por las flores, así que creó algunas florcitas de cobre.


Un día ella estaba sentada frente a la ventana que da al campo florecido de rosas de cobre, cuando de pronto un frío eléctrico le subió por los pies y le produjo una descarga de angustia en la CPU. En ese momento se dio cuenta de que todas las flores se estaban oxidando y entendió que todo debe cumplir el ciclo natural de nacer, vivir y morir.


Sebastián Torres y Santiago Princ